La crisis económica está afectando a todos los sectores sociales y a todo el tejido productivo, incluido el de los empleados públicos |
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Funcionarios, una garantía para la sociedad |
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VÍCTOR MARTÍN
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Existe una creencia
extendida entre determinados sectores sociales de que los funcionarios
gozan de unas condiciones laborales mejores que las del resto de los
trabajadores de la empresa privada. Y en algunas retinas sigue fija la
imagen del funcionario decimonónico, ataviado con manguitos, detrás de
una ventanilla, gozando de un empleo para toda la vida. La realidad
viene a demostrar la falsedad de esa imagen distorsionada que se
proyecta –a veces interesadamente– del empleado público en España. Es
evidente que el funcionamiento del Estado sería inviable sin el trabajo
que realizan a diario millones de personas dedicadas la administración
de las instituciones, la seguridad, la sanidad, la educación y la
justicia. Conviene, por lo tanto, ofrecer una información contrastada
con el fin de superar algunos tópicos ancestrales. Por ejemplo, el de
que en España hay demasiados empleados públicos y cuestan mucho dinero
al Estado.
Algunos datos
Según los últimos datos oficiales, en España existen
2.690.099 empleados públicos. De ellos, 592.351 están adscritos a la
Administración Pública estatal, 1.347.835 a las administraciones de las
comunidades autónomas y 646.627 a la administración local (otros 103.106
trabajadores se inscriben como personal de universidades, la mayoría de
ellos transferidos a las CC.AA.). La media de empleados públicos por
habitante en la UE está en 16,89. España tiene 17,79, es decir, se sitúa
entre Italia (17,10) y Alemania (18,26), por debajo de países como
Francia (12) y Bélgica (12), y alejado de Suecia, que lidera la lista
con ocho habitantes por empleado público. En los países europeos con las
economías más competitivas, como Noruega, Dinamarca o Suecia el
porcentaje de empleados públicos sobre el total de la población activa
supera el 25%. En Francia ese porcentaje es del 22%. En Alemania, sin
embargo, ese porcentaje no llega al 10%. En España, el número de
empleados públicos respecto a la población activa es del 13%. El peso
del sector público en España es inferior a la media europea: mientras
que aquí supone el 45,6% del PIB, la media de los países de la zona del
euro es del 50,9%.
España gastó en 2010 el 11,9% de su PIB para pagar la nómina de las personas empleadas en los servicios públicos, en línea con la media europea, del 11,1%, y de la zona del euro, donde se gasta el 10,8%, según datos de Eurostat. Algunos países superan esas cifras, como Dinamarca, a la cabeza en empleo público, con un gasto del 19%, pero también Francia, con el 13,4%. Otros países, como Alemania, gastaron el 7,9% de su PIB.
Trabajo de oficina
Otro de los tópicos generalizados es el de que la
mayoría de los empleados públicos se dedica al trabajo burocrático, el
llamado, a veces despectivamente, “de oficina”. Convendría decir que sin
ese trabajo “de oficina” una sociedad tan compleja como la actual
dejaría de funcionar y caería en el caos más absoluto. ¿Se imaginan que
nadie registrase los nacimientos o las defunciones? ¿Que no existiese
catastro ni registro de la propiedad ni el aparato recaudatorio
necesario para poder construir carreteras, escuelas u hospitales?
Pues bien, de los 2,6 millones de empleados públicos que existen en España, más de 1,1 millones realizan trabajos relacionados con la enseñanza y la sanidad (casi el 43% del total), mientras que las fuerzas de seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas agrupan a otros 300.000 efectivos, y la administración de Justicia cerca de 50.000.Es decir, que más de 1,4 millones de empleados públicos se ocupan de manera directa, entre otras cosas, de que los ciudadanos se eduquen (maestros, profesores, catedráticos), estén sanos (personal sanitario, médicos y enfermeras) y seguros (jueces, policías y militares). Otro de los reproches habituales que se hace a los empleados públicos es el de que su trabajo es “para toda la vida”, es decir, inamovible. Aunque habría que puntualizar esa apreciación (los funcionarios pueden ser despedidos tras la incoación de un expediente y el personal laboral está sometido al Estatuto de los Trabajadores), conviene aclarar que el carácter inamovible del funcionario se generalizó en las democracias más avanzadas como una garantía para los ciudadanos frente a los abusos del poder político, de modo que se pudiera establecer una línea muy clara de separación entre la política y los políticos, que cambian tras las elecciones, y la administración, que permanece estable dentro de los aparatos estatales. ¿Alguien se puede imaginar a dos millones de empleados públicos temiendo ser despedidos cada vez que se produce un cambio de Gobierno? La estabilidad en el empleo público garantiza el funcionamiento de la Administración en periodos de tránsito político, y la independencia y continuidad de la maquinaria del Estado con carácter general. Finalmente, es importante recordar que el acceso a la condición de funcionario se produce en función de criterios objetivos basados en el mérito y la capacidad, y que todas las personas que reúnan los requisitos requeridos (nacionalidad, edad, capacidad funcional…) pueden presentarse a las pruebas de selección, consistentes normalmente en una oposición o concurso-oposición.
QUE PENSAIS DEL CITADO ARTÍCULO.???????????
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jueves, 18 de octubre de 2012
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